Mientras estudiaba arte en la Universidad Católica, Jorge descubrió el grabado y nunca más lo dejó. Lleva ya más de 30 años dedicado a esta técnica, inspirado en el norte, las estrellas, los pueblos originarios, el sincretismo cultural latinoamericano y el mar. “El grabado tiene una cosa que es muy mágica, que es que uno hace algo, lo pasa por una máquina y sale un resultado. Tiene una cosa alquímica, fue lo que más me atrajo de él”, cuenta.
Su inspiración viene de los viajes que ha hecho por Chile recopilando historias, que luego quedan plasmados con su particular estilo, marcado por un potente uso del color. “Viajo por Chile, de Arica a Magallanes, me voy dos o tres meses. Recorro, camino, subo cerros, me meto en los bosques, conozco a la gente, me informo”, dice.