A los 34 años, Víctor se convirtió en uno de los artistas más jóvenes en haber hecho una muestra individual en el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile, con Cuando desperté no había nadie. Es reconocido por sus pinturas de paisajes nocturnos, ciudades y carreteras. De hecho, Rodrigo Guendelman, de @SantiagoAdicto, se preguntaba en una columna si había alguien que pintara mejor la geografía de Santiago que Víctor Mahana. Su pintura figurativa suele representar espacios reconocibles para todos, pero con un silencio enigmático. «Hay un abandono de la fotografía y el fotorrealismo por una pintura de memoria, psíquica, más visceral, que busca humanizar el sistema, recuperar el aura. Salir de la foto fue dar un paso desde la imagen generada por un ente mecánico a una creada orgánicamente con los propios ojos, con las propias limitaciones físicas, con los gestos particulares. Aparecen entonces lugares mentales, paisajes espirituales, y lo representado transporta al espectador hacia nuevos mundos, portales que nos llevan hacia el otro lado del espejo”, dijo sobre su exposición en el MNBA.