Por. Valentina de Aguirre
John Derian dice que desde que era muy chico coleccionaba monedas, rocas, conchitas, cosas que recolectaba de la naturaleza. Y que incluso hoy lo sigue haciendo. “Cuando llego a mi casa, me vacío los bolsillos y tengo cosas como plumas y uñas”, confesó en una entrevista. Aunque puede parecer extraño, basta entrar a una de sus tiendas para entenderlo: si hay algo que podría definir su estilo es este amor por los objetos. Ojalá, un poco extraños.
Pero, ¿quién es John Derian? Difícil de definir en una palabra. Hijo menor entre seis hermanos, dice que por eso es tan creativo. “Pasaba el tiempo dibujando, haciendo cosas, actuando, construyendo fuertes, coleccionando rocas y otros pedazos de naturaleza”, cuenta. Ya en sus veintes, se dedicó a vender arreglos de flores secas, estudió pintura, se metió en el mundo de las antigüedades y trabajó como mesero.
Y entre todo eso, en 1989 descubrió el decoupage. En las manos de Derian, esta técnica artesanal que consiste en cortar y pegar papeles en distintas superficies, adquirió nuevos aires y en pocos años ya tenía una tienda y un pequeño equipo de artesanos que lo ayudaban a producir sus objetos hechos en decoupage, con imágenes de flora y fauna de los siglos XVIII y XIX. “El negocio creció de manera orgánica. De alguna manera todavía siento como si no supiera exactamente qué estoy haciendo”, declaró.
Platos, bandejas, pisapapeles y tantos otros objetos han sido su lienzo, y le han valido el título de duque del decoupage. Derian partió con una tienda en el East Village y hoy tiene cuatro repartidas por Manhattan que no solo venden sus piezas, muebles y textiles, también tienen una selección de objetos recolectados por el mundo. Un verdadero gabinete de curiosidades moderno y fascinante.
Y por supuesto, si sus tiendas son para perderse horas entre objetos que parecen sacados de un cuento, llenos de contrastes inesperados, sus casas ya están a otro nivel. No hay algo más John Derian que las casas de John Derian. Su casa en Manhattan y su casa en Provincetown tienen algo difícil de describir. Más que personalidad –que tienen de sobra– es un ojo brillante para la composición y el color, una fascinación por los objetos con historia, un respeto por las raíces de cada lugar y, sobre todo, total libertad.
“Una vez conocí a un hombre en Boston que colgó el zapato de una mujer como si fuera arte. Cualquier cosa que te llame la atención puede ir en una pared. La idea de lo que es el arte es muy amplia. ¿De qué quieres rodearte que te parezca bello?”, dijo. Y basta recorrer sus casas para ver que lo dice de corazón.
Papeles murales con más de 100 años de historia, medio roídos por el tiempo, se sostienen con dificultad en sus paredes. Un florero con ramas tan altas que tocan el techo aparece en la mitad de la casa. Una mesa con años de velas derretidas, una sobre otra, que los bomberos le dijeron que era un peligro de incendio, sigue ahí, esperando. Muebles encontrados en mercados acompañados de mantas y textiles. Arte puesto con una espontaneidad inspiradora. Un collage como pocos. Mientras algunos buscan que sus espacios sean perfectos, “como de revista”, Derian ve la belleza en la imperfección, en lo raro, en lo misterioso.
Así son sus casas, una obra de arte y fiel reflejo del estilo Derian.