Por. Andrea Benkö
Dicen que la seda fue descubierta en la antigua China hace milenios. Cuenta la leyenda popular que alrededor del año 2700 a.C., la emperatriz Xi Ling Shi estaba tomando una taza de té en su jardín cuando un capullo de gusano cayó en su taza y, al tratar de sacarlo, notó que las finas hebras de seda se podían desenrollar, descubriendo así el gran potencial de este material.
Desde entonces, la seda ha tejido una rica y lujosa historia que atraviesa continentes y siglos, simbolizando opulencia y distinción al momento de vestirla y poseerla. Su meticulosa producción, desde la crianza de gusanos hasta su fina tejeduría, la convirtió en un bien de alto valor, impulsando la creación de la importante Ruta de la Seda establecida a partir del siglo II a.C.
Una red de rutas comerciales que no solo facilitaron el intercambio de bienes entre Oriente y Occidente, sino también un enriquecedor flujo de culturas, ideas y técnicas que moldearon nuestra historia universal, dejando huella profunda en el desarrollo económico, la moda y la evolución cultural de nuestra civilización.
En la moda, la seda ha sido y sigue siendo un tejido de lujo para los vestidos de alta costura, por su brillo y suavidad. También para la ropa de cama, gracias a su ligereza y sus propiedades únicas de absorción y regulación, que la hacen ideal para climas cálidos y para el invierno. A sus usos se suman los cojines, respaldos de cama e infinitos usos en cada rincón de la casa… Incluso en decoración, la seda no falla, y siempre sorprende por sus colores, textura y calidad.}
Marcas de renombre mundial, como Hermès, Chanel, Gucci o Luis Vuitton, la han usado de manera destacada en sus colecciones para todas las estaciones. ¿Una prenda icónica? El pañuelo Hermès, conocido como “carrè”, una pieza de arte portátil, famosa por su belleza.
Y a ti ¿te gusta la seda?