Por. Valentina de Aguirre
Imágenes, Arquitectural Digest y Vogue
La historia de la súpermodelo, actriz y activista Amber Valletta es tan cautivante como esa mirada que la hizo famosa a los 17 años. Nacida en Estados Unidos, llegó al mundo del modelaje gracias a su madre, que la inscribió en una academia cuando tenía 15 años, probablemente sin imaginar lo que vendría. “Cuando a los 15 años me fui de Tulsa a Europa, pensé que había aterrizado en otro planeta”, contó en una entrevista a Vogue UK. “En un momento mi madre me había apuntado a clases de modelaje donde aprendí a posar como un maniquí, y al siguiente me habían buscado para trabajar en Milán”.
Todavía adolescente e instalada en París, donde vivía con su gran amiga, la supermodelo Shalom Harlow, se cortó el pelo corto, estilo pixie. Esa decisión impulsiva fue una de las que marcó el alza de su carrera: protagonizó la primera de muchas portadas para Vogue. “Eso me llevó a abrir el desfile de Tom Ford para Gucci en la temporada de invierno de 1995, lo que me llevó a la campaña de Prada en 1997, donde estoy flotando en el río Tíber en un bote de remos al atardecer, y así sucesivamente…”, cuenta. En pocos años, Valletta trabajó con casi todos los grandes: Armani, Chanel, Vuitton, Prada y tantos más.
Pero a los 25 años decidió retirarse del modelaje para concentrarse en su rehabilitación. Después fue mamá y poco tiempo más tarde, empezó a educarse sobre la crisis climática. “Enseguida me di cuenta de que, aunque no es culpa de nadie en concreto, es un problema que debemos resolver todos”.
Desde que dejó las pasarelas se enfocó en su carrera de actriz, participando en varias series y películas. Pero a los 40 volvió al modelaje. Eso sí, ya no era la misma. “Lo hice con una perspectiva totalmente distinta de la moda”, explica.
Desde su regreso, se ha convertido en ferviente activista por la sostenibilidad en el mundo de la moda: en 2013 fundó una productora enfocada en la creación de documentales con temas como los pesticidas nocivos utilizados para cultivar algodón no orgánico y, un año más tarde, Valletta lanzó una plataforma de ecommerce con conciencia social. En 2021 se incorporó al Fashion Institute of Technology como su primera embajadora de sostenibilidad, trabajando con jóvenes diseñadores de moda, estudiantes de ciencia de materiales y otros departamentos relacionados con las carreras de moda sostenible. “Llevo 35 años trabajando en la moda y más de 20 defendiendo la sostenibilidad”, declaró.
Y esa sostenibilidad se ve no solo en su relación con el mundo de la moda, sino también en su casa: un santuario en Los Angeles donde priman los colores neutros, los materiales nobles y las piezas vintage. El diseño de este espacio que es pura calma y relajo, lo hizo junto a su amigo Ross Cassidy, con quien eligió con pinzas muchas de las piezas que hoy visten esta casa.
Sillas de comedor vintage, una mesa que era la puerta de un establo que trajeron de Francia, hallazgos de mercadillos vintage en París y una selección de lámparas, en su mayoría vintage, que realmente impresiona… Aquí nada fue dejado al azar, y todo transmite la misma onda que Amber: relajo y conexión. “La comodidad es clave”, cuenta.
Hoy, Amber no solo es una de las supermodelos más icónicas de todos los tiempos, es también una mujer que ha sabido ir más allá, siempre con la sostenibilidad como norte. “Aunque parezca contraintuitivo y difícil, tenemos que cambiar nuestra mentalidad sobre el medio ambiente y pasar del miedo a la alegría y el amor, del sacrificio al disfrute. Es un alivio consumir menos, dejar de estar agobiado por posesiones que nunca necesitaste. Estar quieto y presente es un lujo. Cada elección sostenible que hagas, por pequeña que sea, no sólo es buena para el planeta, sino un acto de autocuidado, recompensado con el equivalente al cielo de Oklahoma”.