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Liliana Iturriaga, artista: “Yo vivo, duermo y sueño arte”

En agosto de este año Liliana Iturriaga llegará a la galería Patricia Ready con una exposición que promete ser “una experiencia para los sentidos”. Y en medio de toda la preparación, se dio un tiempo para contarnos más acerca de su recorrido en el mundo del arte. Pura inspiración.

Es una de las grandes artistas cinéticas chilenas. Ha expuesto en el Museo de Bellas Artes y hace poco hizo una gran exposición en el GAM, donde exploró nuevas posibilidades. Hoy, Liliana Iturriaga está a full presentando su próxima exposición en la galería Patricia Ready, un proyecto que, cuenta, la tiene muy entusiasmada. “Será una muestra inédita. En esta ocasión, el gran formato quedará a un lado para dar espacio a otro tipo de soportes. Habrá obras que exploran la luz, el color y el movimiento de una manera más íntima, buscando generar atmósferas de contemplación y envolver al espectador”, cuenta. Y aunque no puede adelantar mucho más, nos aseguró que será “una experiencia para los sentidos”.

En The Little Black Guide conversamos con Liliana, quien nos contó más sobre su recorrido, su inspiración y su proceso creativo. 

¿Cómo comenzó tu camino en el arte? ¿Hubo un momento o una experiencia clave que marcó tu decisión de dedicarte a esto?

“Mi camino en el arte es tan orgánico como las líneas que trazo. Todo comenzó de una forma muy particular aquí en Chile, casi como un juego. Estaba explorando con esos resortes de juguete, los Slimky Toys. La idea era simple pero profunda: cómo capturar el movimiento continuo de un punto “A” a un punto “B”. Mientras trabajaba en el taller, esos movimientos retinianos se iban grabando en mi mente, y luego, busqué la manera de plasmar esa experiencia en el plano.

Fue entonces cuando la curiosidad me llevó a «deformar» el juguete. Recuerdo haberlos acercado a la estufa en invierno para alargarlos, cortarlos, hacerles torsiones. Así nació la idea de mi racleta ranurada, que tiene la forma de una peineta. Cada una de sus ranuras está desprovista de medidas exactas, las hago a mano alzada, porque es fundamental que esa racleta de como resultado una línea orgánica. Esta línea orgánica pulsional gestual se logra con el recorrido de la racleta sobre un tendido de pintura, así voy creando secuencias que generan una continuidad, un ritmo de líneas que invitan a la lectura y a la percepción del movimiento. Es ahí, en esa interacción del material y la intuición, donde mi arte realmente comienza”.

Viviste más de 30 años en Venezuela. ¿Cómo influyó ese contexto cultural y artístico en tu obra? 

“Venezuela fue mi segundo hogar por más de tres décadas, y me nutrió de una manera inconmensurable. Su luz, tan vibrante y tan intensa. Los colores, la energía desbordante, la alegría de su gente… todo eso se filtró de forma profunda en mi obra. País con un florecimiento artístico inmenso. Había exposiciones vibrantes, galerías llenas de vida, mucho glamour y una efervescencia en el arte cinético que me permitió estar en contacto con maestros que exploraban caminos similares a los que yo recorro hoy”.

¿Cómo fue el regreso a Chile después de tantos años fuera? ¿Qué impacto tuvo en tu práctica artística?

“El regreso a Chile fue un reencuentro fundamental. Prácticamente todo el proceso de los resortes y la línea orgánica que mencioné anteriormente, que es la base de mi trabajo, empezó aquí en Chile con un proyecto que presenté al Museo Sin Muros. Ahí fue también mi primera muestra individual y cuando éste celebró su decimoquinto aniversario en la sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes, tuve el honor de participar con una de mis obras. Años más tarde, realizaría una exposición individual ocupando tres de sus salas.

Este retorno, si bien implicó una readaptación, fue un impulso creativo enorme. Volví a conectar con la luz y la geografía chilena, tan distintas a las tropicales, y sentí cómo mi práctica artística se enriquecía. Fue como si una parte dormida de mí despertara y se fusionara con todo lo aprendido afuera, generando una nueva etapa en mi camino. Volver al origen, a mis raíces, me dio una perspectiva fresca y renovada”.

¿Cómo es tu proceso creativo?

Mi proceso creativo es una constante inmersión; yo vivo, duermo y sueño arte. Comienza con la manipulación de las plantillas sobre los formatos, el pliegue de estructuras de acero que luego incorporo a estas lecturas orgánicas. Es un fluir que incorpora figuras geométricas generando un diálogo de formas.

La clave está en la cercanía con la obra. Empiezo con un deslizamiento lineal, colocando líneas sobre mis soportes. Luego las ubico frente a mí, las contemplo y van surgiendo las ideas, las composiciones. La única manera de que el arte se manifieste es teniéndolo presente en mi día a día, en cada pensamiento, en cada instante”.

¿Cuáles son tus principales referentes dentro del arte cinético, tanto en América Latina como a nivel global?

“En América Latina, me encanta Gego (Gertrudis Goldschmidt) por su maestría en plegar el espacio con alambres, una delicadeza y una fuerza increíbles. También me atrae mucho la obra de Lygia Clark por su propuesta de interacción y transformación. A nivel global, sin duda, Yaacov Agam por su rigor y su capacidad de generar movimiento a través del color y la forma. Y por supuesto, a nivel nacional, la figura de Contreras Brunet es fundamental. Todos ellos han abierto caminos que nos permiten a las nuevas generaciones seguir explorando”.

¿Qué cosas te inspiran?

Me inspira profundamente la naturaleza, siempre es ella la que me llama la atención por su cualidad orgánica y su desprovisto de mecanismos artificiales. Me inspiran los ripples del desierto, esas ondulaciones perfectas que el viento dibuja en la arena; me encanta observar el movimiento constante y siempre cambiante del mar. También me inspira el perfil de las montañas, esa línea sinuosa que se divisa en el atardecer, sobre todo aquí en la cordillera, donde la línea que perfila la montaña es simplemente perfecta. La naturaleza en su pura esencia, en su movimiento intrínseco”.

Tu última exposición, en el GAM, fusionó nuevas tecnologías, soportes y plataformas digitales, algo no tan común en el arte cinético tradicional. ¿Cómo nació esta idea?

“La idea nació de la necesidad de explorar nuevas posibilidades, de llevar el cinetismo más allá de sus fronteras tradicionales. No quería quedarme anclada en el pasado.

Pero lo más interesante fue cómo esta búsqueda de lo nuevo se encontró con la propia arquitectura del GAM. El edificio, que es ahora un centro cultural, ya es una obra en sí misma. Sus volúmenes robustos, la presencia del hormigón, las geometrías que se repiten y se abren a la ciudad, la luz natural que se filtra por sus patios y pasillos… todo eso me parecía un lienzo perfecto para crear mi propia obra.

Desde el primer momento, busqué que mis obras no solo habitaran el espacio, sino que dialogaran con él. El edificio tiene una lógica geométrica muy marcada, con sus líneas puras y sus patrones. Mis piezas, que también se construyen desde la geometría y la repetición para generar movimiento, encontraron en el GAM un compañero ideal. Fue como una conversación entre estructuras: la solidez del edificio y la ligereza de mis instalaciones lumínicas, la quietud del hormigón y la vibración de mis proyecciones.

La luz, el color y el movimiento de mis obras podían potenciar y, a la vez, ser potenciados por las particularidades del GAM. Por ejemplo, algunas de mis instalaciones aprovecharon la altura y la amplitud de ciertos espacios para crear experiencias inmersivas, donde el público se sentía envuelto por la luz en movimiento. Las proyecciones digitales se adaptaron a las superficies del edificio, transformando las paredes en pantallas dinámicas que respondían a la presencia de los visitantes. Además, utilicé herramientas como la inteligencia artificial a través de la robot Fiona, que se convirtió en una valiosa aliada para la mediación con el público, abriendo nuevas formas de interacción. La idea era generar una experiencia sensorial completa, donde el espectador no solo mirara, sino que habitara la obra dentro de la propia arquitectura.

Fue un proceso de investigación intenso, de colaboración con gente joven y talentosa, de ensayo y error. Desarrollé piezas que permitían al público intervenir, generar sus propias experiencias lumínicas y sonoras. La recepción fue maravillosa, ¡superó mis expectativas! Ver a la gente interactuar con las obras, a los niños jugar, a los adultos asombrarse, pero también ver cómo el edificio mismo cobraba una nueva vida con mis creaciones… fue una confirmación de que el arte debe evolucionar, debe seguir sorprendiendo y dialogando con su tiempo y con el lugar que lo acoge. Sentí que se generó una verdadera sinergia entre mi visión y la identidad del GAM”.

¿Cómo ha evolucionado tu trabajo en los últimos años y hacia dónde sientes que se está dirigiendo?

“He tenido el honor de ver mi obra reconocida y exhibida en importantes instituciones y museos, lo que ha significado un impulso gigantesco. Que mis piezas habiten estos espacios museísticos me ha permitido llegar a un público mucho más amplio y dialogar con la historia del arte de una manera profunda.

Me siento satisfecha de haber compartido con estas instituciones, pero también con el mundo académico, desde universidades hasta escuelas. El poder ofrecer charlas y visitas guiadas a estudiantes y profesores ha sido increíblemente gratificante. Ver la curiosidad en sus ojos, la forma en que se conectan con el arte cinético y el diálogo que se genera, es una de las mayores recompensas”.

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