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La constante experimentación de Santiago Sahli

A punto de inaugurar su primera exposición individual y de partir indefinidamente a Madrid, conversamos con Santiago para saber más sobre su evolución, el amor por la cerámica, los minerales y los nuevos desafíos.

Por. Valentina de Aguirre

Santiago Sahli (@santiagosahli) dice que no es de seguir recetas, a él lo que le gusta es la experimentación. Y eso se puede ver claramente en su evolución: diseñador de profesión, luego volcó todo su talento creativo en la cocina y en la fotografía gastronómica a través de su cuenta de Instagram @sansabor. Y en ese recorrido se encontró con la cerámica: la misma que era protagonista de sus fotos como fondo de las preparaciones, empezó a llamarle la atención. 

Eres diseñador de profesión, después te especializaste en fotografía gastronómica, te metiste en la cocina y ya llevas un par de años enfocado en la cerámica. ¿Qué fue lo que te enamoró de este oficio?

Me metí en la cocina y, como me gustaba mucho la fotografía, terminé especializándome en fotografía gastronómica. Primero fue el blog (Sansabor) y luego vino ese campo laboral, que desarrollé por seis años. Entre medio se me apareció la cerámica, que era algo que me tenía muy curioso, porque yo ya usaba muchas piezas para mis fotos.

Finalmente me metí y me gustó mucho. Lo que más me gusto fueron dos cosas. Primero, los tiempos: en la cerámica es otra dimensión del tiempo en el trabajo. Hay que cultivar la paciencia, la frustración, el desapego. En la cocina todo era mucho más rápido y me llevaba más por el camino del estrés. Esto es todo lo contrario.

Y luego, en un par de experiencias que tuve al principio, me gustó mucho el sentido de comunidad dentro de los ceramistas. Este sentido de ayuda, de relación maestro-aprendiz y también de compartir experiencias y sabiduría entre los pares. Me enamoró muchísimo.

Cuando ya empecé mi propia práctica fue clave cultivar este espacio donde todo es muy lento. Eso es tremendamente necesario para equilibrar lo rápido que uno vive hoy en día.

¿Cómo ha sido tu evolución en el mundo de la cerámica?

Al principio en mi estudio había un rincón con un torno y de a poco ese rincón se fue apoderando de todo el resto. Me pasaba mucho que trabajaba en mi pega de fotografía y video, y estaba todo el rato mirando de reojo al torno que estaba sin usar. Sentía que todo era una espera para esos momentos. 

Además, la cerámica es un oficio que requiere mucha dedicación ininterrumpida. Sobre todo en el torno hay un foco que uno logra después de un rato, entonces que fuera interrumpido no me estaba cundiendo mucho y ahí decidí experimentar cómo era dedicarse solamente a eso. 

Después empecé a vender mis piezas, que también partió como un experimento. Hice mi tienda online y empecé a trabajar en estas colecciones que desarrollo cada un mes y medio, más o menos. Las anuncio y después salen a la venta. Eso también me ayuda a mantener el foco del trabajo, porque si tuviera una tienda siempre abierta, el tema de venta, envío, empaque y gestión interrumpiría también la práctica. 

En estos años ha habido mucho aprendizaje. Solo, acompañado, fui a talleres para aprender ciertas cosas específicas, pero por sobre todo práctica constante solo. Y el año pasado me salió una oportunidad muy linda que fue participar como coprofesor en un programa de formación académica que imparte la Fundación Planea, en Viña del Mar. Eso fue un nuevo punto de inflexión, de compartir y cocrear.

En tu trabajo juegas también con pigmentos que recoges de la naturaleza. ¿Cómo ha sido ese aprendizaje? ¿Qué es lo que te atrae de esta búsqueda más experimental?

Yo siempre he sido muy experimentador. Lo era también en la cocina, como de no seguir recetas. Y un día encontré un trozo de arcilla en un paseo y me llamó la atención su color, entonces lo apliqué encima de una pieza de arcilla blanca. Tras la quema apareció algo impresionante, como una especie de metal cobrizo, en reacción con el esmalte. Ahí vino como un momento en que pensé: “acá hay algo”. 

Todo el mundo de la cerámica se trata de los minerales y nuestro territorio está repleto, basta ver todos los colores diferentes de roca que hay. Con el tiempo he ido aprendiendo a identificar los tipos de óxido, de metales, si son rocas sedimentarias y ahí vino todo un proceso de experimentación. Lo que me atrae de eso es lo sorpresivo. Me encanta abrir el horno y que siempre haya sorpresas; aunque conociendo el mundo mineral uno puede anticipar qué es lo que va a pasar, siempre hay sorpresas.

Hay algo como de piel, de cuerpo, que me llama a romper, machacar rocas, o disolverlas en ácido y luego transformarlas en un líquido o en una pasta, un elemento que luego en la quema se transforma. 

Cuéntanos más sobre la exposición que vas a hacer en la galería NAC. ¿Cómo nace la idea? ¿Cómo ha sido el proceso? ¿De qué se trata?

La exposición de la galería NAC –que se inaugura el 29 de junio– tiene que ver también con una inquietud. La arcilla es una roca sedimentaria, eso quiere decir que es el producto de sedimentos que con el tiempo se van desplazando a través de la corteza y durante miles de años se van acumulando, compactando y cambiando químicamente. 

Entonces me fui dando cuenta con el tiempo que en el mismo taller, en el uso del material, de los despojos, de la limpieza de las herramientas, se van produciendo procesos sedimentarios también. Por ejemplo, yo lavo todas mis herramientas en una palangana con agua, no las lavo bajo el chorro de la llave, y ahí se van acumulando capas y estratos de sedimento, que son el mismo registro de mi trabajo. Con el tiempo me fui dando cuenta que en varios momentos y espacios del taller se va produciendo este mismo tipo de acumulaciones y estratificaciones que van marcando el paso del tiempo y de mi desarrollo como ceramista.

Entonces esa analogía que se da entre el origen del material con el que yo trabajo, que se comporta de la misma manera que estos procesos geológicos me interesó muchísimo. Me empecé a meter más en los procesos geológicos, que van más allá del resultado de la arcilla, sino que de la formación de la Tierra, de la corteza, y en esta relación espejo que existe, que tantas veces nos topamos en la existencia. Paralelos que existen sin importar la escala, procesos geológicos que son de un tamaño gigante se replican de manera casi espontánea en rincones pequeños del taller. 

¿Cuáles son tus próximos desafíos o proyectos? ¿Qué se viene en el corto y largo plazo?

En julio me voy a vivir a Madrid con mi marido, cada uno con su propio cuento. Yo me voy a la aventura, me voy a instalar en un taller allá y trabajar, con la idea de meterme en varias instancias de crecimiento tanto colectivo como personal. Todo lo demás, sorpresa, igual que abrir el horno.

¿Quiénes son tus referentes en cerámica? En Chile o en el extranjero.

Me encanta el trabajo de Patricia Guerra (@patyguerraceramica) en Casablanca. Es principalmente con arcillas recolectadas en la zona donde vive, donde tienen un colectivo. Ahí queman a leña las piezas de cerámica gres hechas con arcillas locales.

Después está Colores del Aconcagua (@colores_del_aconcagua) que es un proyecto de pigmentos y colores obtenidos a través de la tierra en la zona del Aconcagua.  

También está José Domingo Prado (@pekoprado) y Taizo Hayashi (@hayashi.artsman), como ceramistas torneros espectaculares.

Y luego, de afuera, me fascina la obra de Mitch Iburg (@mitchiburgceramics), de Minnesota, que se dedica a la recoelcción de arcillas locales y la experimentación con ellas. Su trabajo plástico es maravilloso.

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